Hundo las manos en la arena y me pierdo en su tacto reconfortante. La brisa mece mi pelo y el aroma de la sal se adhiere a cada poro de mi piel. El susurro de las olas me brinda recuerdos de aquellos días en los que juntos dejábamos que el mar nos arrastrase, en los que, sentados contra un muro, refugiándonos en la poca sombra existente, comíamos bocadillos que nos sabían a gloria y jugábamos con una pelota como si nos llevase la vida en ello. Esos días que quedaran grabados a fuego en mi mente, junto a tantos otros momentos que pasamos juntos.
Ahora, sola ante lo infinito, contemplo el atardecer, y recuerdo.
Cierro los ojos, y sonrío.
Ahora, sola ante lo infinito, contemplo el atardecer, y recuerdo.
Cierro los ojos, y sonrío.